16 agosto, 2011

Ser justos


Romanos 3:27-31 – Lucas 18:9-14

La persona injusta
La persona justa
1. Se reconoce inocente delante de Dios.
1. Se reconoce culpable delante de Dios.
2. Es la última en juzgarse a sí misma.
2. Es la primera en juzgarse a sí misma.
3. No pide ni tiene misericordia.
3. Pide la misericordia divina por ella y por los demás.
4. Busca la justicia dentro de sí misma y en sus propias fuerzas naturales, basándose en la ley.
4. Busca la justicia afuera, en alguien más, que venga a ser su salvador y abogado ante Dios.
5. Esta justicia propia la presenta como un mérito delante de Dios.
5. Esta justicia la recibe de gracia, como un don y un regalo precioso de parte de Dios, ofrecido por el Evangelio, que nos habla de los méritos conseguidos por Cristo en la cruz: perdón del pecado, vida y salvación.
Esta justicia, que proviene de Dios, salva al pecador arrepentido.
6. Se remite a su propio corazón, sus propios sentimientos y emociones.
6. Se remite a la Palabra santa y a los santos sacramentos del Bautismo y la Santa Comunión.
7. No tiene salvación ni fe, porque se considera auto-suficiente.
7. Tiene certeza de su salvación, aunque sea indigna de ello.
8. Una fe falsa es activa en ella mediante obras meritorias que Dios no mandó ni prescribió en su Palabra: peregrinaciones, indulgencias, invocación a los santos, adoración de reliquias, devoción a la Virgen o al Papa, devoción por la tecnología y la ciencia.
8. La fe es activa en ella mediante obras de amor en su vocación como padre, madre, hijo, empleado, gobernante, pastor, etc.
9. Se deja llevar por lo que brilla y es ostentoso en este mundo, buscando así su propia gloria.
9. No busca su propia gloria, aunque falle muchas veces en el caminar diario.
10. No vive en arrepentimiento verdadero, pues no tiene conciencia de que ofende a Dios y de lo que es pecado.
10. Vive y crece en el arrepentimiento diario, esto es, en contrición y fe.
11. Debe predicársele ante todo la Ley, los Diez Mandamientos a manera de espejo para su vida, y luego el Evangelio cuando se arrepiente.
11. Debe predicársele principalmente el Evangelio, sin descuidar la predicación de la Ley como espejo y guía para su vida.
12. Su destino es el fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles.
12. Su destino es la dicha eterna junto a Cristo y todos sus santos.



Adrián Correnti
15/08/2011.


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