25 junio, 2011

El Espíritu Santo convencerá (3° Parte)

La obra del Espíritu Santo: convencer al mundo del juicio.

El juicio de Dios para quienes rechazan a Cristo. Cristo dijo que el Espíritu Santo convence al mundo no solamente acerca de lo que es pecado y de lo que es la justicia que vale ante Dios, sino que también convence del juicio o veredicto de Dios acerca del mundo. Dice Cristo: "Ya está aquí el juicio de este mundo: ahora el príncipe de este mundo será echado fuera. Y Yo, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos a Mí mismo. Él decía esto para indicar la clase de muerte que iba a morir” (Juan 12:31-33). El veredicto o la sentencia de Dios sobre el mundo, fue salvarlo y perdonarlo mediante la cruz de Cristo.
Allí, en la cruz, Dios ejecutó su sentencia: Cristo, el justo e inocente, murió por los pecadores, por la humanidad culpable, a fin de conseguirle la paz. Por eso dice Cristo: “Si alguno oye Mis palabras y no las guarda, Yo no lo juzgo; porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. El que Me rechaza y no recibe Mis palabras, tiene quien lo juzgue; la palabra que he hablado, ésa lo juzgará en el día final” (Juan 12:47-78).
Frente al amor y la compasión de Dios demostrados en la cruz, quien se niega a ver y recibir tal perdón, se condena por su propia culpa, no por el deseo de Dios. Como está escrito: “Este es el juicio: que la Luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la Luz, pues sus acciones eran malas” (Juan 3:19). Pero Cristo invita a todos a la fe en él, cuando dice: “Mientras tienen la Luz, crean en la Luz, para que sean hijos de la Luz” (Juan 12:36).

El juicio de Dios para quienes acuden a Cristo. “La contrición ha cumplido su cometido cuando me ha hecho sentir hambre y sed de misericordia”.[1] Por lo tanto, “a todo aquel que, según nuestra humana observación, parece haberse despojado de su justicia propia y que desea ser salvo únicamente por gracia, debemos predicarle con toda confianza el evangelio.”[2]
“No te preguntes: ¿Tengo suficiente contrición? ¿Puedo acudir a Jesús? Al hacer estas preguntas, demuestras precisamente que deseas allegarte a él, que anhelas a Cristo. Quien tenga anhelo de acudir a Jesús, tiene también la verdadera contrición, aunque no la sienta. En este sentido la contrición es como la fe. Se puede tener contrición y no sentirla.”[3] Pues, “¿dónde está escrito que todos deben experimentar el mismo grado de arrepentimiento? En ningún lugar”[4] de las Sagradas Escrituras.
Lo que sí hay que distinguir, es el arrepentimiento que antecede a la fe (la contrición) del arrepentimiento diario que sigue a la fe.[5] Pues la contrición que sigue a la fe, “no es un mero efecto de la ley, […] sino que al mismo tiempo es un efecto del evangelio. El evangelio engendra en el corazón el amor de Dios.”[6] La contrición “que procede del amor de Dios, es en verdad un aroma grato y agradable a Dios. Tal cosa agrada a Dios sobremanera porque no podemos dar mayor honor a Dios que postrarnos a sus pies y confesar: ‘Tú Señor, eres justo, mas yo un pobre pecador. Ten misericordia de mí a causa de Jesucristo.’”[7] Y Dios, ¿qué responde? ¿Cómo los ve a ustedes? Él los ve recubiertos de la justicia de Cristo, acerca del cual dice: “Este es mi hijo amado, en quien tengo alegría” (Mateo 3:17). Así te ve Dios a ti, como un hijo amado.

Conclusión
La obra del Espíritu Santo, que convence de pecado, de justicia y de juicio, nos enseña lo siguiente: no hay cristianos ideales, no hay pastores ideales, no hay seminaristas, maestros de escuela bíblica, misioneros o evangelistas ideales. No pretendas hacerle llevar a tu prójimo una carga que tú tampoco estés dispuesto a llevar; antes bien, ayúdalo. No le exijas una santidad o una perfección que tú tampoco tienes, antes bien, perdónalo.
No somos perfectos, más aún: somos pecadores necesitados de la gracia y de la misericordia de Dios a cada paso. La promesa y el don divino del Espíritu Santo que recibimos de parte del Padre y de nuestro Señor Jesucristo, es motivo de consuelo y celebración para toda la Iglesia. Porque lo que hoy celebramos, el día de Pentecostés, es que Dios no nos ha dejado solos. En el perdón y el amor de Dios en Cristo, es que los cristianos encuentran la paz y la felicidad en este mundo. Amor y perdón que los encamina a una vida de esperanza y de testimonio al prójimo, de servicio y de solidaridad frente a las penas que otros atraviesan.
Los cristianos, de esta manera, no son aquellos que le huyen a la realidad, o que se esconden tras la falsa seguridad de una vida rodeada de bienes materiales, de una vida egoísta y vacía. Al contrario, los cristianos son aquellos que por obra del Espíritu Santo en sus corazones mediante el Bautismo, pueden asumir la realidad de todos los días con fe, y en medio de los sufrimientos, contar con el consuelo y la paz de Dios dados por su Palabra y los santos sacramentos. Como dice el Evangelio: “El Espíritu de verdad que procede del Padre, Él dará testimonio de Mí, y ustedes también darán testimonio, porque han estado junto a Mí desde el principio” (Juan 15:26-27).



[1] Ley y Evangelio, p. 202.
[2] Ley y Evangelio, p. 203.
[3] Ley y Evangelio, p. 200.
[4] Ley y Evangelio, p. 202.
[5] Ley y Evangelio, p. 203
[6] Ley y Evangelio, p. 204.
[7] Ley y Evangelio, p. 204.


Adrián Correnti.
25/06/2011.


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