16 agosto, 2011

Ser justos


Romanos 3:27-31 – Lucas 18:9-14

La persona injusta
La persona justa
1. Se reconoce inocente delante de Dios.
1. Se reconoce culpable delante de Dios.
2. Es la última en juzgarse a sí misma.
2. Es la primera en juzgarse a sí misma.
3. No pide ni tiene misericordia.
3. Pide la misericordia divina por ella y por los demás.
4. Busca la justicia dentro de sí misma y en sus propias fuerzas naturales, basándose en la ley.
4. Busca la justicia afuera, en alguien más, que venga a ser su salvador y abogado ante Dios.
5. Esta justicia propia la presenta como un mérito delante de Dios.
5. Esta justicia la recibe de gracia, como un don y un regalo precioso de parte de Dios, ofrecido por el Evangelio, que nos habla de los méritos conseguidos por Cristo en la cruz: perdón del pecado, vida y salvación.
Esta justicia, que proviene de Dios, salva al pecador arrepentido.
6. Se remite a su propio corazón, sus propios sentimientos y emociones.
6. Se remite a la Palabra santa y a los santos sacramentos del Bautismo y la Santa Comunión.
7. No tiene salvación ni fe, porque se considera auto-suficiente.
7. Tiene certeza de su salvación, aunque sea indigna de ello.
8. Una fe falsa es activa en ella mediante obras meritorias que Dios no mandó ni prescribió en su Palabra: peregrinaciones, indulgencias, invocación a los santos, adoración de reliquias, devoción a la Virgen o al Papa, devoción por la tecnología y la ciencia.
8. La fe es activa en ella mediante obras de amor en su vocación como padre, madre, hijo, empleado, gobernante, pastor, etc.
9. Se deja llevar por lo que brilla y es ostentoso en este mundo, buscando así su propia gloria.
9. No busca su propia gloria, aunque falle muchas veces en el caminar diario.
10. No vive en arrepentimiento verdadero, pues no tiene conciencia de que ofende a Dios y de lo que es pecado.
10. Vive y crece en el arrepentimiento diario, esto es, en contrición y fe.
11. Debe predicársele ante todo la Ley, los Diez Mandamientos a manera de espejo para su vida, y luego el Evangelio cuando se arrepiente.
11. Debe predicársele principalmente el Evangelio, sin descuidar la predicación de la Ley como espejo y guía para su vida.
12. Su destino es el fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles.
12. Su destino es la dicha eterna junto a Cristo y todos sus santos.



Adrián Correnti
15/08/2011.


25 junio, 2011

El Espíritu Santo convencerá (3° Parte)

La obra del Espíritu Santo: convencer al mundo del juicio.

El juicio de Dios para quienes rechazan a Cristo. Cristo dijo que el Espíritu Santo convence al mundo no solamente acerca de lo que es pecado y de lo que es la justicia que vale ante Dios, sino que también convence del juicio o veredicto de Dios acerca del mundo. Dice Cristo: "Ya está aquí el juicio de este mundo: ahora el príncipe de este mundo será echado fuera. Y Yo, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos a Mí mismo. Él decía esto para indicar la clase de muerte que iba a morir” (Juan 12:31-33). El veredicto o la sentencia de Dios sobre el mundo, fue salvarlo y perdonarlo mediante la cruz de Cristo.
Allí, en la cruz, Dios ejecutó su sentencia: Cristo, el justo e inocente, murió por los pecadores, por la humanidad culpable, a fin de conseguirle la paz. Por eso dice Cristo: “Si alguno oye Mis palabras y no las guarda, Yo no lo juzgo; porque no vine a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. El que Me rechaza y no recibe Mis palabras, tiene quien lo juzgue; la palabra que he hablado, ésa lo juzgará en el día final” (Juan 12:47-78).
Frente al amor y la compasión de Dios demostrados en la cruz, quien se niega a ver y recibir tal perdón, se condena por su propia culpa, no por el deseo de Dios. Como está escrito: “Este es el juicio: que la Luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la Luz, pues sus acciones eran malas” (Juan 3:19). Pero Cristo invita a todos a la fe en él, cuando dice: “Mientras tienen la Luz, crean en la Luz, para que sean hijos de la Luz” (Juan 12:36).

16 junio, 2011

El Espíritu Santo convencerá (2º Parte)

Convencerá al mundo de pecado (v. 9): el anuncio de la ley. ¿Por qué se hace necesario que el Espíritu Santo recuerde y enseñe a la Iglesia las palabras de Cristo? Porque sin el auxilio del Espíritu Santo, lo más común en el mundo es predicar y enseñar un falso cristianismo, un falso arrepentimiento, que consiste en poner la confianza en las propias obras para sumar méritos delante de Dios. Tal falsa predicación y tal falso arrepentimiento engendra pura hipocresía y una piedad falsa. En el verdadero arrepentimiento, en el verdadero cristianismo, en cambio, el hombre desespera de sí mismo y se considera perdido y condenado a causa de su pecado (contrición) por el martillo de la Ley, a la vez que pone los pensamientos en Cristo o en la fe por el anuncio del dulce Evangelio.

12 junio, 2011

El Espíritu Santo convencerá (1º Parte)


“Así está escrito, que el Cristo padecerá y resucitará de entre los muertos al tercer día; y en Su nombre se predicará el arrepentimiento para el perdón de los pecados a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. Ustedes son testigos de estas cosas. Por tanto, Yo enviaré sobre ustedes la promesa de Mi Padre; pero ustedes, permanezcan en la ciudad hasta que sean investidos con poder de lo alto.” (Lucas 24:46-48).

Esta promesa de Cristo a sus discípulos se cumplió el día de Pentecostés. Pocos días después de su ascensión a los cielos, él envió el Espíritu Santo sobre la Iglesia reunida en Jerusalén, y pronto los discípulos comenzaron a anunciar la palabra de Dios a la gente en la ciudad. Dice la Escritura: “Y Pedro, con muchas otras palabras testificada solemnemente: ‘Sálvense de esta generación perversa.’ Entonces los que habían recibido su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como 3000 personas. Y se dedicaban continuamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, al partimiento del pan y a la oración” (Hechos 2:40-42).

La obra del Espíritu Santo: convencer al mundo de pecado y de justicia. Dice Jesús: “Pero recibirán poder cuando el Espíritu Santo venga sobre ustedes; y serán Mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra” (Hechos 1:8).

10 junio, 2011

Salvando vidas (Parte 4)

Jesús el Dador de obreros para la cosecha


a. La invitación de Dios al oficio pastoral como manifestación de su gracia. Jesús no envía a una “siembra”, sino a una “cosecha”. Tanto la siembra como la cosecha la realiza Dios. Jesús dice, refiriéndose a su muerte: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, produce mucho fruto” (Jn. 12:24). La muerte y la resurrección de Cristo fue la siembra de Dios sobre el mundo. Su sangre vertida en la cruz hizo florecer una nueva esperanza para la humanidad; su resurrección victoriosa del sepulcro, produjo frutos de justicia y vida eterna para el mundo. Por eso no somos enviados a una siembra, sino a una cosecha, que es de Jesús: “Pidan al Señor de la cosecha que envíe obreros a su cosecha" (Mt 9:38).
Entonces podríamos preguntarnos: ¿para qué nos necesita Dios, si él se encarga tanto de la siembra como de la cosecha? Pero esa no es la pregunta correcta. Más bien deberías preguntarte: ¿por qué Dios quiere que sea una obrero en su cosecha? Respuesta: Es verdad que Dios no necesita de nadie para hacer su obra de salvación. Pero Él, como amante esposo, quiso compartir con ella, su amada Iglesia (contigo), el privilegio, el honor, la dignidad y la vocación divina de “salvar vidas”.

05 junio, 2011

Salvando vidas (Parte 3)


Jesús el Señor de la cosecha.
a. La visión de Jesús: la realidad de una gran cosecha. Jesús, cuando dice “la cosecha es mucha, los obreros son pocos. Rueguen al señor de la cosecha que envíe obreros”, no lo dice en tono pesimista. Las personas que viven en la zona rural están seguras de esto: cuando el tiempo estuvo acompañando; cuando la lluvia fue la adecuada; cuando al campo no le faltaron abono ni los nutrientes necesarios; en fin, si está presente todo lo que hace a una cosecha con buenos rindes… ¡no hay expectativa pesimista alguna! Jesús les dice eso mismo a los discípulos: la cosecha es mucha, hay mucho trigo para recolectar del campo. Por eso se hacen necesarios más trabajadores para levantar una cosecha que ofrece tan buenos rindes. El campo es el mundo; Cristo es el dueño del campo; la Iglesia son los obreros enviados a levantar la cosecha. Vayamos, pues, nosotros también a levantar la cosecha, en los campos de servicio que Dios nos tiene preparados.

04 junio, 2011

Salvando vidas (Parte 2)

Jesús el Pastor misericordioso.
a. El uso del Bautismo: la vida en arrepentimiento. La mayor parte de nosotros hemos sido bautizados. Pero luego, ¿qué uso tiene el Bautismo en la vida diaria? El vivir en arrepentimiento, y el de anunciar el arrepentimiento a otros. La vida en arrepentimiento incluye “orar por obreros para la cosecha”, del mismo modo que tener playas implica hacer uso de ellas, o estudiar turismo u hotelería implica entre otras cosas orientar a las personas a que disfruten de esas playas. De eso se trata precisamente la vida cristiana y el ministerio de la palabra (el oficio pastoral).
b. Conceptos mundanos sobre el oficio pastoral. Pero, ¿qué concepto tiene el mundo del oficio pastoral? Al contrario de lo que suele pasar con otras carreras, el ministerio de la palabra es una vocación desagradable para el mundo. Porque vivimos en un mundo caído en el pecado y apartado de Dios. Por eso se lo relaciona al oficio pastoral con ritos y costumbres pasados de moda, o como un oficio relacionado con personas que engañan a los demás mediante falsas historias, para quedarse con su dinero.

01 junio, 2011

Salvando vidas (Parte 1)

Hace unos días iba de camino a la estación de ómnibus de Retiro para cambiar el pasaje de Juan, a fin de que llegara a Mar del Plata, no el viernes, sino el día sábado. Era como la hora del mediodía y faltaba poco para llegar a la terminal de tren. En el vagón donde me encontraba no había muchas personas, así que podía distinguir fácilmente el rostro de la mayoría de ellas. Era una mañana soleada y fresca, ideal para viajar.
Sin embargo, como venía pensando en la introducción para este mensaje, en lo que menos reparé era en las personas que me rodeaban. Como no pude encontrar una introducción adecuada, decidí volcar mis pensamientos en otra cosa. Fue ahí cuando me detuve a observar el rostro de aquellas personas. Ante un día tan hermoso, sus rostros decían otra cosa. Se las notaba cansadas. Algunos de aquellos rostros, reflejaban preocupación; otros, amargura. También había rostros alegres y conversadores. Pero en general, se notaba miradas cansadas, tal vez, por el trajín del viaje en aquel tren. Pero también, miradas que quizás reflejaban sentimientos más profundos que se encontraban en el corazón. Sentimientos y situaciones de su vida que las ponían tristes, que las hacían vivir aprisionadas o cautivas de vicios, de la violencia, o de la culpa.

30 mayo, 2011

"Bienaventurado el que piensa en el pobre" (Salmo 41)

El salmo 41 consiste en la súplica de alguien que está pasando por una etapa de enfermedad. El rey David, como ungido del Señor para guiar al pueblo de Israel, tiene una grave enfermedad, a tal punto que no se sabe si quedará con vida. Sus parientes, amigos y conocidos lo visitan en su lecho de dolor, y al salir dicen: “Una cosa del demonio se ha apoderado de él, así que cuando se acueste, no volverá a levantarse” (Sal. 41:8). Pero David, lejos de imaginarse que esos sean los comentarios de personas que lo estiman y que desean su bien, considera que son comentarios provenientes de la boca de sus enemigos: “Mis enemigos hablan mal de mi, diciendo: ‘¿Cuándo morirá y perecerá su nombre?’ Y si alguien viene a verme, habla mentira; su corazón recoge malas noticias, y cuando sale fuera, lo publica” (Sal. 41:5-6).
La ayuda más importante del que está atravesando un momento de enfermedad es Dios. Porque, para David, hay una situación de pecado que es preciso confesar. Este salmo no dice que la enfermedad del rey se deba a algún pecado que él haya cometido. Sin embargo, dice: “Oh, Señor, ten piedad de mí; sana mi alma, porque contra Ti he pecado” (Sal. 41:4). Dicen las Sagradas Escrituras que “la paga del pecado es la muerte”, sea esta tanto física como espiritual (Romanos 6:23). La enfermedad que el salmista experimenta, habla de la realidad del pecado con que todo ser humano ha venido a este mundo desde su nacimiento (Sal 51:5), incluso tú y yo. Por esa razón, la plegaria de David, que dice “Señor ten piedad” se ha convertido desde el comienzo de la iglesia cristiana en una parte fundamental de la oración y de la liturgia en la adoración pública. Porque cuando la Iglesia recita o canta el “Kyrie eleison” (que traducido del griego significa “Señor, ten piedad”), está reconociendo la necesidad de la presencia y de la salvación de Dios en Cristo.

23 mayo, 2011

"Cuidado Pastoral" (Richard Eyer)


El libro "Cuidado Pastoral", de Richard Eyer, es excelente y muy relevante para la pastoral actual. El autor anima a los pacientes hospitalizados a que cuenten su historia de sufrimiento, para luego ayudarles a interpretar la misma a la luz de la historia de la cruz. Es verdad que muchas veces esto no es posible a la primera visita que se hace a un paciente, hermano enlutado, depresivo, etc., sino que sucede después un período de tiempo trascurrido. A veces no entendemos automáticamente lo que Dios tiene para decirnos en una situación de dolor. Pasan semanas, meses e incluso años hasta que, con la perspectiva que ofrece el tiempo trascurrido, y la fe que ha ido madurando bajo el amparo de la gracia divina, uno puede interpretar finalmente el actuar de Dios que estuvo presente en mi sufrimiento.

18 mayo, 2011

La santidad tan buscada


Para comenzar, es preciso decir que nosotros los cristianos no queremos conformarnos a los valores del mundo, porque son contrarios a los mandamientos de Dios en su Palabra. Esto es, el individualismo, el hedonismo, el materialismo, el egoísmo, el relativismo religioso, los vicios, la falta de fe en Dios y su Palabra, la desobediencia a nuestros padres, la arrogancia, la soberbia, la falta de amor. Cuando comparamos los 10 Mandamietos con nuestra vida, en palabras, pensamientos, obras y actitudes, y deseos secretos del corazón, surge sin embargo, un fuego en nosotros que se rebela inconscientemente, y nos apenamos, sentimos dolor por eso, porque ofende a nuestro Salvador. Esa es la "carne", el viejo hombre en nosotros que tira para abajo, la vieja naturaleza heredada de Adán, la carne de pecado que arrastramos con nosotros hasta el día de nuestra muerte. Y uno dice: "¡Estoy perdido!" "¿Qué puedo hacer?" Pero la Palabra de Dios es clara:  "la paga del pecado es muerte (Romanos 6:23a). Esta es la verdad: nada podemos hacer como para ser considerados  perfectos y santos delante de Dios.

Pero en Cristo, el Hijo de Dios, somos más que vencedores, gracias a Aquel que nos amó: siendo nosotros sus enemigos, él nos consideró sus amigos, dando su vida en la cruz para el perdón de nuestros pecados. Y esto, es por gracia, es decir, sin necesidad de alguna obra nuestra, ni siquiera la más chiquita, sin mover siquiera un sólo dedo. Pues el camino del calvario, sólo el Cordero de Dios pudo recorrerlo en buen de nosotros. Dice la Escritura que todos lo abandonaron, abandonado por Dios su Padre también. ¡Es por gracia que somos justos y santos, no por nuestras fuerzas! Dios así quiso revelar su justicia, castigando justamente en Cristo el pecado nuestro, para así absolvernos de nuestros delitos y librarnos de la  ira venidera y del castigo eterno, por amor de nosotros en Cristo.

29 abril, 2011

Salmo 111: El Señor alimenta a los que le temen

     Introducción
Dios estableció un Nuevo Pacto entre Él y los hombres a través del sacrificio de Cristo y su resurrección de entre los muertos. Esto celebramos en la Pascua. Los beneficios de su obra salvadora los recibimos por los medios de gracia (la Palabra de Dios, el Bautismo, la Santa Cena). En el Salmo 111, se nos recuerda que la Santa Cena es un medio de salvación, porque en ella Cristo mismo se entrega en cuerpo y sangre, para que recibamos el perdón de los pecados mediante la fe, es decir, como un don y regalo, sin necesidad de obras nuestras. Esta obra es una “maravilla” (v. 4a) del Señor, un milagro, que él instituyó para ser recordado, y que recibimos por ser parte de su pueblo, la Iglesia. Pues dice: “Ha hecho sus maravillas para ser recordadas: ¡clemente y compasivo es el Señor! Ha dado alimento a los que le temen: recordará su Pacto para siempre” (Salmo 111:4-5).

Salmo 111: la obra de Dios mediante la Santa Cena
“¿Qué beneficios confiere el comer y beber así?
Estos beneficios los enseñan las palabras: “Dado y derramada por vosotros para remisión de los pecados”; a saber, que en la Santa Cena se nos da por estas palabras remisión [perdón] de los pecados, vida y salvación. Porque donde hay remisión de los pecados, allí hay también vida y salvación” (Libro de Concordia: Catecismo Menor art. VI, § 9-10, p. 366).

23 abril, 2011

Apocalipsis: un bosquejo de la revelación de Jesús

El presente artículo muestra las tres secciones del Apocalipsis: la introducción, las seis visiones y la visión final del cielo. Entender dónde cada sección encaja en el Apocalipsis es como poner bien las piezas de un rompecabezas. Ya que han surgido varias interpretaciones erradas de este libro, presentamos al lector sencillo un bosquejo que hace honor al propósito del apóstol Juan con este libro: brindar consuelo en medio del sufrimiento, y paz en medio de las tormentas de la vida.





I. Introducción: llamado al arrepentimiento 
A. 1:1-8 – Prólogo: la promesa de la inminente venida de Cristo.  
B. 1:9-3:22 – Jesús ordena a Juan llamar al arrepentimiento a las siete iglesias.  
C. 4:1-5:14 – Adoración gloriosa en las cortes celestiales de Dios.

    18 abril, 2011

    Lady Gaga - single "Judas"


    Contestación a un amigo sobre el single de Lady Gaga "Judas".
    Pueden verlo en: http://www.youtube.com/watch?v=wagn8Wrmzuc (link actualizado)

    ¿Quieres mi comentario del single de Lady Gaga? Ella dice literalmente que Judas, su amado, es satán. Por lo tanto, toda interpretación alegórica queda descartada por la misma Lady Gaga. Pasemos a la interpretación literal .(¡Nunca imaginé que llegaría el día que haría exégesis de textos herejes! Realmente, nuestro santo debería ser san Ireneo de Lyon, cual patrono de los intérpretes de la fe).

    Primero: Esta mina está revolcada en el lodo, y desde el lodo canta a su amado. Queda demostrado lo que dice el Catecismo Menor: ¡Lady Gaga no puede creer en Jesucristo nuestro Señor, ni venir a él, a menos que el Espíritu de Dios la convierta por el evangelio! ¡Gracias a Dios por su don indescriptible en Cristo Jesús, que nos rescató del lodo del pecado y nos lavó con su sangre preciosa en el bautismo!

    Segundo: Históricamente la música ha sido una de las principales expresiones culturales por las cuales manifestar tanto la aversión a Dios como la devoción a Dios y su santa Palabra. Lady Gaga no podía ser la excepción. Ella dice de una manera aceptable públicamente lo que de otro modo sería repudiado públicamente. Ante cualquier crítica, ella podría decir: es sólo música, no constituye un ataque al cristianismo.

    05 abril, 2011

    Cristo, refugio y fortaleza de los oprimidos



    Salmo 59
    Cierta vez visitamos a una señora mayor en un asilo de ancianos. Estaba recostada sobre su cama, y padecía dolores en su cuerpo. Se la notaba muy mal. De pronto, en cierto momento juntó las manos y comenzó a repetir vez tras vez: “Dios es amor”. Nos quedamos parados en silencio, sin saber qué decir o qué hacer. Con el transcurrir del tiempo, varias veces me pregunté qué habría dicho yo en una situación semejante. Qué pensamientos tendría sobre Dios si hubiera sido yo el que estuviera padeciendo.

    En el Salmo 59 es David el que está siendo acosado. Está padeciendo otro tipo de sufrimiento, pero no por ello menos doloroso. David sabe que cuenta con el favor de Dios. También sabe que esos momentos que le tocan vivir no se deben por algún pecado que cometió. Dice: “Sálvame de los hombres sanguinarios… hombres feroces me atacan, pero no es por mi transgresión, ni por mi pecado. Sin culpa mía, corren y se preparan contra mí. Despierta [Dios] para ayudarme” (Sal. 59:2b, 3b-4). Sin embargo, esto no dice nada especialmente importante sobre David. En realidad, dice mucho de Dios. ¿Qué dice sobre Dios? Que el padecimiento en este caso no es señal de su ira, sino de su gracia.

    ¿Cómo puede ser esto? “Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”… en Él. Dios se torna presente y significativo en situaciones difíciles de la vida a través de las buenas nuevas del Evangelio. A través de las pruebas, él somete a nuestro viejo hombre, lo mortifica, y fortalece nuestra fe en el consuelo de su gracia. Dios se vale del acoso de sus enemigos contra nosotros para hacer su obra propia en nosotros: llevarnos al refugio seguro de su paternal corazón, unirnos con él. Y todo esto lo realiza el Espíritu Santo, mediante la  Palabra de Dios y la fe, que nos trae a Cristo, y nosotros somos llevados a Él, quien de este modo se torna nuestro escudo y fortaleza.

    Pero, ¿escudo y fortaleza contra qué cosas, contra qué enemigo? Dice el rey David: escudo contra “los perros”. Cristo expuso su vida por nosotros, a fin de protegernos de la mordida de los perros. Ellos fueron quienes le arrancaron los vestidos, quienes lo azotaron, quienes lo crucificaron en la cruz. Como dice el Salmo 22:16-17a, “Porque perros me han rodeado; me ha cercado cuadrilla de malhechores; me horadaron las manos y los pies. Puedo contar todos mis huesos”. Y todo esto, Cristo lo hizo por amor de nosotros, y para nuestra salvación, a fin de que tengamos el perdón de los pecados, y la vida eterna.

    11 marzo, 2011

    El Señor ha puesto en mi boca














    El Señor ha puesto en mi boca
    un canto de acción de gracias,
    a él le debo la salvación y la vida.
    Desde su trono inclinó su oído,
    desde los cielos descendió
    para librarnos con su brazo poderoso.

    “De los soberbios frustró
    el pensamiento de sus corazones;
    exaltó a los humildes,
     y les colmó de bienes.”

    El Señor ha puesto en mi boca
    un canto de acción de gracias.
    Su misericordia rodea la tierra,
    y su amor hasta los confines del mundo.

    No olvidó al pobre que a él clamaba,
    ni retuvo para sí mismo su gloria,
    sino que concedió el perdón
    al triste y abatido por Cristo su Hijo.

    Cuando lo vean venir, ríndanle honores,
    témanle todos los pueblos de la tierra;
    pues él juzgará al mundo con justicia,
    y librará a su pueblo de todos sus temores.

    El Señor ha puesto en mi boca
    un canto de acción de gracias,
    pues de él recibí la salvación y la vida.


    Adrián Correnti.
    11/03/2011.

    09 marzo, 2011

    Después del carnaval... Cenizas

    Joel 2.12-19. 

    Si el día de mañana se terminara el vino, el pan, el agua, la electricidad, los libros, ¿qué sucedería? ¿Qué pasaría si mañana mismo te despojan todo lo que tienes, o si es tu último día en este mundo? 
    ¿Qué pasaría si el día de mañana se acabaran todos los planes sociales de jefes y jefas de hogar? ¿Cómo reaccionaría la gente?

    Son todas situaciones que exponen, revelan, lo que es el ser humano: carne, y más concretamente, como señala hoy el Miércoles de Ceniza, que delante de Dios somos polvo. Dice el libro del Génesis: “Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, sopló en su nariz aliento de vida y fue el hombre un ser viviente” (Gen 2:7 RV95). Y poco después, con la desobediencia de Adán y la caída en pecado, Dios le dice: “Te ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la misma tierra de la cual fuiste sacado. Porque polvo eres, y al polvo volverás” (Gen 3:19 NVI). 

    Pero el cristiano, una vez que es perdonado a causa de Cristo, entiende el arrepentimiento no sólo desde el punto de vista de la ley, del castigo de Dios; sino desde la ley y el evangelio. La ley de Dios lleva al hombre a reconocer sus errores; más aún, a reconocer su miseria y su naturaleza pervertida, pecaminosa. Pero el evangelio, revelado en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, es lo que lleva al ser humano a la fe y la esperanza en el amor de Dios, en su misericordia por aquel que es y se considera carne y polvo. Un amor tan grande, que a los que creen en su nombre, les da poder de ser hechos hijos de Dios (Juan 1.12).

    En este día de Miércoles de Ceniza, Dios los llama a cada uno de ustedes, a través de la lectura del profeta Joel (2.12-19), a examinarse a sí mismos y ver si están en el camino de la verdadera fe. Los llama a desechar toda intensión secreta del corazón, a un análisis de los motivos y las intensiones por las cuales buscan y sirven a Dios, en una palabra, a confesar sus pecados bajo la perspectiva de la gracia. Dios los amonesta porque los ama, para que en el Día del Señor, no sean condenados al fuego eterno junto con el diablo, sus ángeles y los hombres perversos.

    Según Martín Lutero (1483-1546), la vida cristiana es una vida de arrepentimiento diario. ¿Y en qué consiste el arrepentimiento? Escribe en su Catecismo Mayor: “El bautismo, tanto por lo que respecta a su poder como a su significación, comprende también el tercer sacramento llamado el arrepentimiento que, en realidad, no es sino el bautismo. Porque, ¿no significa acaso el arrepentirse atacar seriamente al viejo hombre y entrar en una nueva vida? Por eso, cuando vives en arrepentimiento, vives en el bautismo, el cual no significa solamente dicha nueva vida, sino que la opera, la principia y la conduce, pues en él son dadas la gracia, el espíritu y la fuerza para poder dominar al viejo hombre, a fin de que surja y se fortalezca el nuevo. De aquí que el bautismo subsista siempre y a pesar de que se caiga y peque, siempre tenemos, sin embargo, un recurso ahí para someter de nuevo al viejo hombre. Pero, no se necesita que se nos derrame más el agua, pues aun cuando se sumergiese cien veces en el agua, no hay más, no obstante, sino un bautismo; la obra y la significación, sin embargo continúan y permanecen. Así, el arrepentimiento no es sino lo que se había comenzado anteriormente y que después se ha abandonado” (Libro de Concordia, Catecismo Mayor: El Batismo, párrafos 74-79. Saint Louis: Editorial Concordia, 2000). 

    11 febrero, 2011

    ¿Quién es Jesús?

    Texto: Mateo 16.13-19.
    ¿Quién es Jesús? ¿Qué es la Iglesia? ¿Para qué estamos?
    Estas son las preguntas que hoy Dios nos plantea, y que él responde en nuestro texto.
    13 Cuando llegó a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: —¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre? Le respondieron:
    14 —Unos dicen que es Juan el Bautista, otros que Elías, y otros que Jeremías o uno de los profetas.
    15 —Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?
    ¿Quién es Jesús para la gente? ¿Quién es Jesús para ti?
    Es una pregunta sobre la identidad de la Jesús.
    16 —Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente —afirmó Simón Pedro.
    17 —Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás —le dijo Jesús—, porque eso no te lo reveló ningún mortal, sino mi Padre que está en el cielo.
    La pregunta sobre la identidad de Jesús, no está al alcance humano.
    ¿Está a mi alcance conseguir dicha respuesta?
    La respuesta es concedida, es dada por revelación por Dios el Padre.
    La pregunta de Dios, de Jesús, nos cuestiona; pero la revelación de Dios, su respuesta, nos salva.
    18 Yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y las puertas del reino de la muerte no prevalecerán contra ella.
    Jesús revela que la confesionalidad de la iglesia, su identidad, está basada en esta confesión: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
    Sin una identidad definida, no es posible el diálogo.
    ¿De qué voy a hablar, si todavía no sé quién soy, de dónde vengo y a dónde voy?
    Y esta identidad de la iglesia, y por ende, de cada uno de nosotros, está basada en un concepto dinámico, es decir, en una persona, Cristo: en su historia de salvación, en su obra redentora, en la fe en él.
    Una identidad que nos es dada mediante el Bautismo, donde fuimos unidos a Él, donde nos fue derramado el Espíritu, y nuestros pecados fueron perdonados por la sangre de Cristo.
    Donde está el nombre del Dios Trino, hay vida y salvación. De la misma manera, en el Bautismo el Dios viviente se nos entrega para perdón y salvación. Y por eso, sobre esta piedra que es el Reino de Dios, la iglesia es edificada, y el reino de la muerte no puede prevalecer contra ella.
    De esta manera, Jesús nos indica que la iglesia nace de Dios, viene de arriba. Ella no es tan solo un organismo vivo, no se la puede comparar con una planta, porque su naturaleza no es terrenal, sino divina.
    19 Te daré las llaves del reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.
    Si la iglesia nace de Dios por el Bautismo, así también la iglesia y su misión le es dada por Dios mediante el Oficio Público de las Llaves, es decir, el ministerio de la Palabra. La Palabra de Ley que ata y deja a todo el mundo cautivo bajo la ira y la condenación de Dios por el pecado humano. Y la Palabra de evangelio que da libertad a los cautivos, da pan al hambriento, y alivio a los cansados.
    El Padre da testimonio del Hijo, revelándonos su identidad mediante el Espíritu, a fin de conducirnos al Hijo, que nos lleva a los brazos y al corazón mismo del Padre.
    No podemos salvarnos a nosotros mismos; no podemos ser iglesia por nosotros mismos; no podemos hacer misión con nuestras propias herramientas.
    Por eso: “Dime qué evangelio predicas, y te diré quién eres; dime qué Cristo confiesas, y te diré qué Cristo tienes; dime qué tiene en cuenta tu iglesia para participar de la misión de Dios, y te diré cuan confesional eres.”
    Dios nos revela su perdón en Cristo mediante el Bautismo; Dios involucra a la Iglesia en su misión haciéndola participar de la historia de Cristo; y Dios da las herramientas necesarias para llevar a cabo su llamado, es decir, la Palabra de Cristo. Amén.


    Castillo de arena


    Señor, no mires mis pecados, porque de otro modo, ¿quién podría mantenerse en pie delante de ti? Si quisiera justificarme, no tendría con qué defenderme.

    Mi corazón está lastimado y vacío.

    Mi corazón dice: ¡Quisiera ser otro! Pero no puede, es una triste ilusión. Podría inventar mil castillos, pero serían como construirlos sobre arena: Vienes tú con tus olas, y rompes todas mis pretensiones de hermosura y perfección.

    ¡Señor, ten compasión de este castillo de arena frente al mar! Límpiame de todos mis delitos. Conquista mis miedos por medio de tu amor. Dame una señal para saber que cuento con tu favor…

    “―Hay una ola, un agua que viene del cielo. No tengas miedo. Con ella limpiaré todas tus murallas, para que seas para mí un hermoso castillo, un hogar donde pueda yo vivir.”

    Señor, tú eres bueno. Enviaste a Cristo para que pagara por mis delitos. Quiso sufrir el castigo que yo merecía, con su sangre canceló la sentencia que me condenaba.

    Señor, cada día dame de beber del perdón de Cristo, para que camine en justicia, y entregue la vida por los demás, como él la entregó por mí.

    Cristo ha padecido por nosotros en el cuerpo…

    Asuman también ustedes la misma actitud... Pues ya alcanza el tiempo pasado para haber hecho lo que agrada a los gentiles.

    (1º Pedro 4.1, 3).


    Adrián Correnti.


    Mensaje para este 2011

    Lecturas: Eclesiastés 3.1-13; Salmo 8; Apocalipsis 21.1-6ª; Mateo 25.31-46.

    Introducción

    Hoy como iglesia cristiana celebramos el día de año nuevo. La palabra clave de las lecturas de hoy que acabamos de leer, podría decirse que es la palabra “tiempo”. Hoy comienza un nuevo año, un nuevo tiempo para nosotros. ¿Qué nos depara el 2011? ¿Qué cosas queremos hacer, qué cosas estamos llamados a emprender? ¿Qué nuevo camino tenemos pensado transitar? ¿Qué es lo que Dios tendrá preparado para cada uno de ustedes?

    Desarrollo

    El libro de Eclesiastés, capítulo 3, dice que “hay un tiempo para todo” (v.1). Dios ha dado ciertas tareas, trabajos, “a los hijos de los hombres para que se ocupen” en los mismos (v.10). Con esto, Dios muestra que le ha dado al ser humano participación en el gobierno de su creación, como dice el Salmo 8: “Le hiciste (al hombre) señorear sobre las obras de tus manos, todo lo pusiste debajo de sus pies”.

    Cada uno de ustedes es estimado y valioso a los ojos de Dios. Él no los considera ni máquinas, ni esclavos, ni engranajes de un sistema, sino que les hace participar del gobierno de sus criaturas.

    Pero hay un tiempo, un Día, en que Dios vendrá y pedirá cuentas. Se trata de la segunda venida de Cristo, el día del Juicio Final, en donde los justos irán a la vida eterna y los injustos al castigo eterno (infierno). No se sabe ni el día ni la hora. Sólo sabemos que Cristo vendrá, y que debemos estar preparados.

    Y lo único que nos capacita, es la fe en el Hijo de Dios, su obra en la cruz por nosotros. Porque por nuestras propias fuerzas no podemos alcanzar la justificación delante de Dios. Es verdad que la fe produce frutos, que son las buenas obras. Pero estas buenas obras no son la causa de nuestra justificación delante de Dios, sino la fe, que se apega a la obra de Cristo, de la cual emanan buenas obras. Los “justos” son aquellos que sirven por fe, sin pensar en un beneficio personal. Los “injustos”, en cambio, no sirven a nadie; y si lo hacen, es por egoísmo, para obtener un beneficio personal. Mientras que unos dan, los otros quitan; mientras que unos obran incondicionalmente, los otros lo hacen por interés.

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    Entonces, ¿el cristianismo está en contra del capital? No, no está contra la economía, sino que la coloca en su justo lugar y “tiempo” en nuestra vida. A causa del pecado original, nuestra tendencia o inclinación natural es ser egoístas, egocéntricos, soberbios, desconfiados, calculadores, utilitaristas, desconsiderados, irrespetuosos, usureros, injustos. Pero para esto vino Cristo: para morir por nuestras injusticias, a fin de reconciliarnos con Dios.

    Dios pide que, justificados mediante la fe, es decir, por su misericordia al enviarnos a Cristo, andemos en vida nueva. Que usemos en adelante de los bienes materiales y de todo lo creado, responsablemente, de manera sustentable, ecológica, sana, como agrada a Dios. Que no exploten a su prójimo, sino que lo ayuden en lo que puedan, para que mejore su calidad de vida. Dios no les pide cosas extraordinarias, sino que en lo poco o mucho que puedan hacer, lo hagan con fidelidad y de corazón, sin segundas intensiones o con engaño.

    Dios, por su parte, nos bendecirá, dándonos la paz y una conciencia tranquila. Además, en su libre voluntad y por su gracia bondadosa y paternal, nos concederá salud, fortalecimiento de nuestra fe, y otras ayudas, por su amor y sin que uno se dé cuenta muchas veces. Por todas estas bendiciones materiales y espirituales, siempre debemos darle gracias, porque por medio de ellas ustedes son capacitados para dar testimonio de Cristo y de su precioso evangelio del perdón, el cual él nos consiguió gratuitamente, no con oro o plata, sino derramando su santa y preciosa sangre.

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    Fuimos puestos por Dios como administradores de este mundo, y también fuimos llamados por el Espíritu Santo mediante el evangelio para ser además buenos administradores de los misterios de Dios, esto es, de su santa palabra y de los sacramentos. Porque a través de la palabra divina, cuando es debidamente predicada y enseñada, y la fe que se aferra a ella, es que Dios gobierna en su iglesia, es decir, en nuestros corazones. Pero en las cosas o los asuntos terrenales, Dios dispuso ejercer su gobierno a través de las autoridades: presidente, concejales, jueces, policía, que son elegidos por el voto del pueblo.

    Sin embargo, a pesar de ser cargos y oficios necesarios e instituidos por Dios para el orden y el bien de todos, pasa muchas veces que las personas que desempeñan dichos oficios los usan para beneficio propio. Luego, la gente se pregunta: ¿Por qué tanta injusticia? ¿Dónde está Dios en el mundo? ¿Por qué no viene y cambia las cosas? Pero para eso Dios puso esos oficios: para que por medio de ellos, las personas administren el mundo como representantes de Dios.

    Antes de preguntar “¿Dónde está Dios en este mundo de tanta maldad?”, habría que preguntarse: “¿Dónde estás tú?” ¿Dónde está uno parado con respecto a su oficio? ¿Cómo lo estamos desempeñando? ¿Para provecho propio, o para el bien de todos? ¿Con afán de lucro, o con espíritu de servicio? ¿Dónde estás vos cuando te necesita tu prójimo?”

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    “¿Qué es el hombre?” (pregunta el Salmo 8.4): administrador de la creación de Dios. No es Dios, tampoco es un mero animal, sino que fue creado a “imagen y semejanza de Dios” (Génesis 1.26-27); es decir, con justicia y santidad perfecta, como Dios, pero siendo una criatura. Dios, además, le dio una mente racional, voluntad, sentidos, y un cuerpo y alma. Pero el hombre fue irresponsable, quiso ser más que Dios. Por engaño del diablo cayó en pecado y condenación eterna. Pero Dios, en su infinita bondad, visitó a la humanidad por medio de su Hijo Jesucristo. Así dice el Salmo 8.4: “¿Qué es el hombre para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre para que lo visites?”

    Dios no se desentendió de la miseria del hombre. Dios no lo olvidó. Dios no lo dejó a la deriva. Vino a buscarlo, a rescatarlo, a estar con él. Dios envió a su Hijo Jesús para que pagara por tus pecados. El castigo por la transgresión que tú cometiste, él lo sufrió en la cruz del Calvario, para que tengas paz, perdón y vida eterna junto a Él. ¿Dónde está Dios? ¿Dónde está el lugar de encuentro con Él? Dios se da a conocer y hace visible su amor por todos, en la cruz de nuestro Señor Jesucristo. Como Jesús dice: “El que me ve a mí, ve al (Padre) que me envió” (Juan 12.45 NVI). Y en otra parte el apóstol Pablo dice: “Por medio de él (Jesucristo) tenemos acceso al Padre por un mismo Espíritu” (Efesios 2.18 NVI).

    La cruz de Cristo es el lugar de encuentro y de reconciliación entre Dios santo y los hombres pecadores. Jesús es nuestro abogado y mediador perfecto, al ser Dios y hombre a la vez. Por medio de su palabra y los sacramentos que instituyó para nosotros, él gobierna en la iglesia, la conduce, la guía, la santifica, y la mantiene unida en la fe y el amor.

    Y Cristo volverá otra vez, para llevarnos con él, al fin del mundo. Lo que muestra la lectura de Apocalipsis 21.1-6a, es que Dios está preparando para nosotros un tiempo nuevo. El apóstol Juan dice: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva” (21.1), y también “Dios mismo estará con ellos” (21.3). Dios, dice en Apocalipsis, está por hacer “nuevas todas las cosas” (21.5). La segunda venida de Cristo no solamente es para “venir a juzgar a los vivos y a los muertos” (como confesamos en el Credo Apostólico), a separar las ovejas de los cabritos (Mateo 25), sino también para inaugurar un tiempo nuevo, un universo nuevo, al cual ya hoy tenemos acceso mediante la fe.

    Es en esa esperanza, de su venida y de nuestra resurrección, que ―mientras que vemos que se aproxima ese Día―, vivimos como peregrinos en esta tierra, no poniendo nuestra mirada (o nuestra esperanza), en las cosas terrenales, sino en las celestiales, en las cosas de “arriba”.

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    ¿Qué significa esto para mí, para ustedes, en este 2011 que recién comienza? Significa que, movidos por la fe y el perdón de Dios, sigamos sirviendo a nuestro prójimo con amor. Significa, como dice Jesús, dar de comer al hambriento; dar de beber al que tiene sed; significa tratar y recibir con hospitalidad al extranjero, al turista; cubrir al desnudo; visitar al enfermo, sea del alma o del cuerpo, y acercarle la palabra del Buen Pastor; y significa venir a ver al preso, sea en forma literal o metafórica.

    Es decir, en este año Dios pide a su iglesia que vele por el bienestar espiritual y corporal de nuestros hijos, conocidos; y también y fundamentalmente, de aquellos que están totalmente desamparados, de aquellos que están tristes y agobiados por el peso de los problemas, de la culpa y del pecado.

    Dios está mostrándonos como iglesia cristiana, en este tiempo, el alto valor que tiene para Él la vida humana, y que renovemos una vez más el compromiso de defender la vida, y de compartir con el prójimo a aquel que es “la” Vida con mayúsculas, que es Cristo. Pero tengan en cuenta que, como decíamos al principio, no es por hacer estas obras buenas que uno es justificado delante de Dios, sino solo por gracia, por fe en Jesucristo y su obra por nosotros. Como decía Lutero: “No son las obras buenas las que tornan al hombre ‘bueno’, sino que es el hombre ‘bueno’ (el justo, el creyente) el que hace obras buenas.”

    Conclusión

    Mi pedido a Dios, entonces, es que les anime a cada uno de ustedes a perseverar en la vocación (en alemán, berúf ) que cada uno ha recibido de parte del Señor. Él les dice: “No teman. Manténganse firmes. Vengo pronto”. A unos, sea como comerciante; otros, como hijos, haciendo caso a la voz de los papás; otros, sirviendo de corazón en el empleo que tengan; otro, siendo buen padre y madre, educando mediante la Ley y el Evangelio, así como Dios trata con nosotros; otros, cumpliendo sus deberes en el estudio que tengan o en la profesión de que se están por recibir, no copiándose ni haciéndose machetes, sino buscando aprender. “No teman. Manténganse firmes. Vengo pronto”― dice el Señor. Amén.

    Adrián Correnti, 6º año.

    Seminario Concordia.

    Iglesia Evangélica Luterana Argentina.


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