11 febrero, 2011

¿Quién es Jesús?

Texto: Mateo 16.13-19.
¿Quién es Jesús? ¿Qué es la Iglesia? ¿Para qué estamos?
Estas son las preguntas que hoy Dios nos plantea, y que él responde en nuestro texto.
13 Cuando llegó a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: —¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre? Le respondieron:
14 —Unos dicen que es Juan el Bautista, otros que Elías, y otros que Jeremías o uno de los profetas.
15 —Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?
¿Quién es Jesús para la gente? ¿Quién es Jesús para ti?
Es una pregunta sobre la identidad de la Jesús.
16 —Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente —afirmó Simón Pedro.
17 —Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás —le dijo Jesús—, porque eso no te lo reveló ningún mortal, sino mi Padre que está en el cielo.
La pregunta sobre la identidad de Jesús, no está al alcance humano.
¿Está a mi alcance conseguir dicha respuesta?
La respuesta es concedida, es dada por revelación por Dios el Padre.
La pregunta de Dios, de Jesús, nos cuestiona; pero la revelación de Dios, su respuesta, nos salva.
18 Yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y las puertas del reino de la muerte no prevalecerán contra ella.
Jesús revela que la confesionalidad de la iglesia, su identidad, está basada en esta confesión: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
Sin una identidad definida, no es posible el diálogo.
¿De qué voy a hablar, si todavía no sé quién soy, de dónde vengo y a dónde voy?
Y esta identidad de la iglesia, y por ende, de cada uno de nosotros, está basada en un concepto dinámico, es decir, en una persona, Cristo: en su historia de salvación, en su obra redentora, en la fe en él.
Una identidad que nos es dada mediante el Bautismo, donde fuimos unidos a Él, donde nos fue derramado el Espíritu, y nuestros pecados fueron perdonados por la sangre de Cristo.
Donde está el nombre del Dios Trino, hay vida y salvación. De la misma manera, en el Bautismo el Dios viviente se nos entrega para perdón y salvación. Y por eso, sobre esta piedra que es el Reino de Dios, la iglesia es edificada, y el reino de la muerte no puede prevalecer contra ella.
De esta manera, Jesús nos indica que la iglesia nace de Dios, viene de arriba. Ella no es tan solo un organismo vivo, no se la puede comparar con una planta, porque su naturaleza no es terrenal, sino divina.
19 Te daré las llaves del reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.
Si la iglesia nace de Dios por el Bautismo, así también la iglesia y su misión le es dada por Dios mediante el Oficio Público de las Llaves, es decir, el ministerio de la Palabra. La Palabra de Ley que ata y deja a todo el mundo cautivo bajo la ira y la condenación de Dios por el pecado humano. Y la Palabra de evangelio que da libertad a los cautivos, da pan al hambriento, y alivio a los cansados.
El Padre da testimonio del Hijo, revelándonos su identidad mediante el Espíritu, a fin de conducirnos al Hijo, que nos lleva a los brazos y al corazón mismo del Padre.
No podemos salvarnos a nosotros mismos; no podemos ser iglesia por nosotros mismos; no podemos hacer misión con nuestras propias herramientas.
Por eso: “Dime qué evangelio predicas, y te diré quién eres; dime qué Cristo confiesas, y te diré qué Cristo tienes; dime qué tiene en cuenta tu iglesia para participar de la misión de Dios, y te diré cuan confesional eres.”
Dios nos revela su perdón en Cristo mediante el Bautismo; Dios involucra a la Iglesia en su misión haciéndola participar de la historia de Cristo; y Dios da las herramientas necesarias para llevar a cabo su llamado, es decir, la Palabra de Cristo. Amén.


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