05 junio, 2011

Salvando vidas (Parte 3)


Jesús el Señor de la cosecha.
a. La visión de Jesús: la realidad de una gran cosecha. Jesús, cuando dice “la cosecha es mucha, los obreros son pocos. Rueguen al señor de la cosecha que envíe obreros”, no lo dice en tono pesimista. Las personas que viven en la zona rural están seguras de esto: cuando el tiempo estuvo acompañando; cuando la lluvia fue la adecuada; cuando al campo no le faltaron abono ni los nutrientes necesarios; en fin, si está presente todo lo que hace a una cosecha con buenos rindes… ¡no hay expectativa pesimista alguna! Jesús les dice eso mismo a los discípulos: la cosecha es mucha, hay mucho trigo para recolectar del campo. Por eso se hacen necesarios más trabajadores para levantar una cosecha que ofrece tan buenos rindes. El campo es el mundo; Cristo es el dueño del campo; la Iglesia son los obreros enviados a levantar la cosecha. Vayamos, pues, nosotros también a levantar la cosecha, en los campos de servicio que Dios nos tiene preparados.

b. La batalla diaria del cristiano que trabaja en la cosecha. Tenemos que reconocer, sin embargo, como joven, como padre, como pastor, que trabajando en el campo de Dios, a veces sentimos que estamos por desfallecer. Nos sentimos extenuados por el sol y la carga que implica trabajar en el campo de Dios. Yo mismo también llego a sentirme como una oveja del Señor cansada y abatida. Y le digo a Él: “Señor, esta es una tarea imposible. No me considero apto. Envía a otro en mi lugar. Yo no sirvo para esto. Con frecuencia tengo la auto-estima por el suelo. Me agobian los problemas. Siento temor cuando me asignan alguna cosa nueva que hacer, o vergüenza de hablar en público. Y además de todo esto, el diablo me acosa con sus tentaciones.”
      c. El consuelo de Dios en Cristo para sus trabajadores. Y Dios, ¿qué responde? “Porque ya no tienes fuerzas en ti, ahora mi gracia será tu fuerza en ti. Porque naciste en pecado, cometiste pecado, vicio y maldad, mi Hijo único extendió los brazos en la cruz por ti. Porque ya no tienes auto-estima, Él será tu Cristo-estima. Porque estás desesperado y abatido, yo seré tu consuelo: tú no me buscabas ni me amabas, estabas sólo y sin esperanza en el mundo, pero yo envié mi Santo Espíritu mediante el evangelio, que te llamó de las tinieblas a la luz, de la muerte a la vida, para que, justificado delante de mío por gracia, por causa de la obra de Cristo, llegaras a la esperanza de ser heredero de la vida eterna. Ahora, de Padre a hijo te digo: “Deja de lado tu egoísmo; arrepiéntete de los sentimientos de auto-compasión; y no digas más ‘estoy sólo’. Hijo mío, cuando estés triste y abatido, no mires tu propio pesar: mira a la cruz de Cristo. Es allí, al pie de la cruz, donde debes entregar el peso de tus cargas, recibir descanso, y nuevos impulsos para continuar. Ahora levántate y anda.” Recordemos y demos gracias, entonces, que cuando estábamos perdidos en nuestros pecados, Dios nos reconcilió con él mediante el Bautismo, perdonándonos nuestros pecados y dándonos en Cristo el don de la vida eterna.



Adrián Correnti
05/06/2011



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Lo más buscado