09 mayo, 2019

¿El Matrimonio es para siempre?


Mateo 19.3-12: “Entonces vinieron a él los fariseos, tentándole y diciéndole: ¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa? El, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre. Le dijeron: ¿Por qué, pues, mandó Moisés dar carta de divorcio, y repudiarla? Él les dijo: Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue así. Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera. Le dijeron sus discípulos: Si así es la condición del hombre con su mujer, no conviene casarse. Entonces él les dijo: No todos son capaces de recibir esto, sino aquellos a quienes es dado. Pues hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre, y hay eunucos que son hechos eunucos por los hombres, y hay eunucos que a sí mismos se hicieron eunucos por causa del reino de los cielos. El que sea capaz de recibir esto, que lo reciba.”

La durabilidad del matrimonio es un tema conflictivo, esto desde el día en que Adán y Eva se acusaron a la salida del paraíso (tu culpa, culpa de la serpiente, etc). No es de admirarse, por tanto, que la enseñanza de Jesús en Mateo 19 se haya dado en un contexto de tentación y conflicto. Los fariseos traen el asunto, pretendiendo encontrar alguna prueba en contra de Jesús. 

Jesús podría haber dicho: “¿Por qué me tientan? Fuera de aquí. Ya hablé sobre este asunto” (Mateo 5). Pero de las malas intenciones de algunos, otros se benefician. Los fariseos se fueron sin haber aprendido nada, pues ni querían aprender. Los discípulos, nosotros, aprendimos la lección. 
El contexto es de tentación. Había un contexto teológico, un debate en torno a la ley en Dt 24. Pero en términos históricos, un pronunciamiento respecto al divorcio era también algo que podía ser políticamente incorrecto y peligroso. Jesús estaba al otro lado del Jordán, en la región de Perea. Gobernada por Herodes Antipas (juntamente con Galilea). Este, el gobernador de Jesús, había recientemente, según el historiador Josefo, despachado a la princesa de los nabateos, hija de un rey vecino, para casarse con Herodías, que recientemente había abandonado, (y al parecer, divorciado) de Felipe, hermano del propio Herodes Antipas. (Deshacerse de la extranjera para casarse con su cuñada). De esta manera, decir cualquier cosa en contra del divorcio era involucrarse con la autoridad local. 
Crisóstomo tiene otra explicación, la cual no contradice a la anterior. Los fariseos sabían que Jesús no aprobaría el divorcio. Hicieron la pregunta, sabiendo que la respuesta de Jesús llevaría a una multitud de esposos trastornados a ponerse en contra de Jesús. Con abucheos, diríamos nosotros.
Para nosotros, Jesús ya debatió con los fariseos y dejó su respuesta en Mateo 19, la tentación es NO volver a hacer la pregunta. Sí, porque si volvemos preguntar y oír lo que no queremos oír, y contaremos la respuesta a otros, seremos criticados. Podríamos ser reprobados. Por esto, la tentación es silenciar. Ignorando el asunto, quedaremos como más “compasivos” y blandos que Jesús y las personas nos admiraran por nuestra actitud liberal. 
Pero la pregunta sobre el divorcio fue hecha y continua siendo hecha. Y la respuesta lastima. Primero, porque nos deja en la condición de mal lectores. Jesús dice: ¿nunca han leído …? Y cita a Génesis, donde dice que el matrimonio es para siempre. La respuesta lastima, porque diagnostica el mal de “esclerocardía”, un mal muy antiguo, que en lenguaje popular significa “la dureza del corazón” y nos hace transformar la afirmación en una pregunta: ¿esto de que el matrimonio es para siempre, es en serio? La respuesta duele, y Jesús mismo dice que duele. Él dice que esta enseñanza no es para todos, quien sea capaz de recibir esto, que lo reciba. 
1. Jesús cita el Génesis (2.24) y reafirma el ideal previsto por el Creador en el principio. Jesús no empieza debatiendo sobre el divorcio, sino reafirmando el matrimonio. El Creador, desde el principio, los hizo hombre y mujer. Nosotros conocemos el texto y sabemos la importancia que tiene, ser macho o hembra no es un accidente en el camino o un castigo por el pecado, es el plan original de Dios. Pero hay una dimensión en este texto que no siempre tenemos en cuenta. Quien la advirtió fue Crisóstomo. El observa que, si hubiese sido del agrado de Dios que el hombre repudiase a una mujer y tomase otra, al crear al ser humano, allá en el Jardín, habría creado varias mujeres. Pero El creo solo una. 
También se puede resaltar que, además de decir que el hombre se unirá a su mujer, dando a entender que ya no podían ser separados, el texto resalta todavía más esa unión indisoluble, dice: “y serán una sola carne”. Obviamente “una sola carne” no se limita a la dimensión carnal, física o sexual. Pero de cierta forma, ella se inicia allí y siempre otra vez pasa por ella. Marido y mujer: una sola carne. Muchas veces se escucha que el vínculo más fuerte que puede existir en dos personas es el vínculo entre una madre y su hijo. Existe uno más fuerte y profundo que este: el vínculo entre marido y mujer. “La unión sexual entre el hombre y la mujer va más allá de la conexión biológica que existe entre padres e hijos. Marido y mujer son una sola carne no solo cuando hacen el amor, a intervalos. El vínculo que Dios formo entre ellos es tan permanente que, aun después de un divorcio permitido por ley, el vínculo continua. Y esto no solamente mediante los hijos. Después que somos conocidos y nos damos a conocer a otra persona, haciéndonos una sola carne con ella, no hay como deshacer ese conocimiento. No es posible desconocer. El vínculo permanece” 
Quizá esto ayude a explicar por qué la Biblia, y la teología cristiana juntamente, dan un destaque especial a la cuestión de la sexualidad. Hay quien dice que la iglesia hace de cuenta que el octavo mandamiento no existe, maximiza el sexto, y convive bien con los ocho restantes. Pero esto tiene su razón de ser, y se explica mediante el misterios, de ese “y serán una sola carne” que viene del Génesis. ¿Y el matrimonio dura hasta cuándo? El matrimonio dura para siempre, pero no es eterno. El amor, si es eterno. Lo que Dios unió, si se puede separar. Y Él lo hace a través de la muerte. Mors sola. Solamente la muerte. Las Escrituras no enseñan esto explícitamente en un contexto de matrimonio. Pero deja en claro que en la eternidad no se casaran ni se darán en casamiento. En este punto rechazamos la interpretación de los mormones.

2. Volviendo al texto, Jesús, por decirlo así, hace una afirmación, con énfasis: el casamiento es para siempre. Que nadie separe lo que Dios unió. Nuestra tendencia es tomar parte con los fariseos, al fin y al cabo tenemos la misma esclerosis del corazón de la cual ellos sufrían, y queremos transformar la afirmación de Jesús en una pregunta: ¿el casamiento es para siempre? Y aún inventamos base bíblica. Los fariseos usaron el pasaje de Dt 24. Nosotros a lo mejor, argumentamos que el propio Jesús, predijo una excepción, la famosa “cláusula de excepción”: a no ser en caso de adulterio, o entonces, no siendo causado por relaciones sexuales ilícitas. Pero no se puede hacer énfasis a aquello que dentro del texto en su contexto, no tiene énfasis. Lo que Jesús está queriendo, aun dejando cierta posibilidad, es excluir todas las otras posibilidades (el amor se terminó, ronca demasiado, me casé muy joven, etc) no es legítimo. 

3. Jesús parece ignorar la dura realidad de la vida. ¿Quién no conoce a una persona divorciada? ¿y quién no conoce a una persona que se casó con una persona divorciada? Jesús parece fuera de la realidad. Así, frente a esa posibilidad de una “virtual poligamia resultante de divorcios ilícitos” (Martin Franzmann), los discípulos, que ahora entran en la escena, preguntan si la mejor opción no sería radicalizar de una vez. “Si así es la condición del hombre con su mujer, no conviene casarse”. Ya que no existe la opción del divorcio fácil, y frente al peligro de “una vez casado, casado para siempre”, celibato para todos. Pero Jesús no pone la reacción inoportuna de los discípulos por encima de la intención original del Creador. Entonces él les dijo: No todos son capaces de recibir esto, sino aquellos a quienes es dado. Pues hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre, y hay eunucos que son hechos eunucos por los hombres, y hay eunucos que a sí mismos se hicieron eunucos por causa del reino de los cielos. El que sea capaz de recibir esto, que lo reciba.” 

¿Alguien ya predicó este texto? ¿Alguien ya escuchó un sermón o estudio sobre este texto? Es difícil encontrar. Es un texto que solo aparece aquí, en Mateo. Y no es un texto fácil. Habla sobre tres grupos de eunucos. Eunucos son hombres castrados. (Aparecen aquí, y en la historia del eunuco etíope en Hechos 8). ¿Es posible que Jesús entendiera el consejo de los discípulos de no casarse, en el sentido de castrar? ¿Está cambiando de asunto? No necesariamente. Jesús dice que algunos no se casan porque tienen ese don de nacimiento, otros no se casan porque fueron mutilados por la brutalidad humana (algo más inusual en nuestros días) y otros que se hicieron eunucos por causa del reino de Dios. A 1500 años atrás, en una época en que el ideal de la vida monástica empezaba a florecer, Crisóstomo dijo que cortar un miembro no logra calmar los instintos, solo la razón consigue esto. Luego, hacerse eunuco es una cuestión de mentalidad. Es liberarse de los malos pensamientos, dice Crisóstomo. Y no es suficiente con una cirugía, tampoco basta con tener pensamiento positivo, esto es un don. Es solamente para los que les fue dado. ¿Pero que tiene que ver esto con matrimonio y divorcio? Lo siguiente: si el matrimonio es deshecho por un divorcio ilegitimo, aunque de acuerdo con la ley, la opción del discípulo y la discípula es “hacerse eunuco por causa del reino de los cielos”. Como dice un expositor bíblico, el texto de Mateo no permite al hombre casarse de nuevo. ¿Quién acepta eso? ¿Quién enseña eso? ¿Quién tiene el coraje de enfrentar burlas por decir esto en una discusión respecto al matrimonio y el divorcio? Duro es este discurso. ¿Es posible que Jesús no se diera cuenta? Por supuesto que sí. Él dice: El que sea capaz de recibir esto, que lo reciba.”
¡Y como nos duele! Es ley, dura ley. Discurso durísimo. Pero es necesario que sea enseñado, especialmente a las nuevas generaciones. ¿Qué vamos a decir a nuestros hijos en una época en que el matrimonio es considera como hecho en fabrica, con airbag de divorcio instalado, en el volante y a la derecha, esto es como una válvula de escape tanto para el uno como para el otro? ¿Nos vamos a callar? Claro que no. No podemos dejar de advertir contra futuros divorcios, solo por miedo a ofender los que son personajes de divorcios del pasado. El pasado que nos inspira en este caso no es nuestro pasado más reciente, tampoco la realidad del tiempo de Moisés, y sí la intención original del Creador. 
Nuestros hijos necesitan saber que la opción de amar en días buenos y malos hasta que algo más interesante aparezca no existe. Ellos necesitan aprender, como escribe Stephen Kanitz, que de vez en cuando es bueno casarse de nuevo, pero siempre con el mismo par. Hablar sobre matrimonio y su carácter permanente es anunciar la ley. Y la ley de Dios debe tener un recorrido libre.
Querer suavizar las palabras de Jesús pensando que vamos a llegar al Evangelio, es solamente un liberalismo que no llega a ser evangelio. Mezclar evangelio aquí, es crear “lelangelio” que sigue siendo ley. Y estos asuntos sobre matrimonio nos dejan en la esfera de la creación de Dios, donde domina la ley. Y la ley necesita ser escuchada como ley. La ley necesita ser predicada y oída, porque tenemos la tendencia de suponer que nada serio sucedió o está sucediendo. En lugar de admitir que estamos equivocados, hacemos de cuenta que no hay ningún problema y seguimos adelante. Sin embargo, habiendo fracasos, y los hay, y habiendo arrepentimiento verdadero, lo que es muy diferente, del pecar de forma consciente, sabiendo que de todas maneras el perdón está garantizado. Jesús mediante su ministro, puede anunciar todavía hoy el “ni yo te condeno” que la mujer adúltera de Juan 8 tuvo la dicha de oír. Pero este “yo tampoco te condeno” solo será dulce y consolador cuando sea la última palabra, en el sentido de venir por fin y ser definitiva. El casamiento es para siempre. 

¿El casamiento es para siempre?
¡El casamiento es para siempre!


Autor: Rev. Vilson Scholz
Traducción: Jessica Heinemann

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