07 mayo, 2019

EL OFICIO DE PASTOR CRISTIANO

Sermón del 3º Domingo de Pascua


(Juan 10:11-16)


"Yo soy el Buen Pastor; el Buen Pastor su vida da por las ovejas. Mas el asalariado, y que no es el Pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye, y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa. Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas. Yo soy el Buen Pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas. También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un Pastor".

INTRODUCCIÓN

Jesús, el Hijo de Dios y descendiente humano del rey David, es el Buen Pastor. Así que: "Jehová es mi pastor; nada me faltará" (Sal. 23:1). Jesús es mi pastor. "Como pastor apacentará su rebaño; en su brazo llevará los corderos, y en su seno los llevará; pastoreará suavemente a las recién paridas" (Is. 40:11).


CRISTO, EL BUEN PASTOR DE LA IGLESIA

Jesús es el Buen Pastor de su rebaño, que es la iglesia. "Gracias a Dios, un niño de siete años sabe qué es la iglesia, es decir, los santos, los creyentes, y 'el rebaño que escucha la voz de su Pastor'" (FC DS, art. X:19). Gracias a Dios, sabemos qué es la iglesia, el rebaño de ovejas que conocen a Jesús, como el Buen Pastor que da su vida por las ovejas. A pesar de que el Lobo, que es el diablo, intenta arrebatar y dispersar a las ovejas, y hace fiesta cuando el asalariado, es decir, los falsos pastores, huyen y dejan solas a las ovejas sin el evangelio y sin los sacramentos; sin embargo Jesús en persona cuida de sus ovejas y no las desampara: "Yo soy el Buen Pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas" (Jn. 10:15-16).
Son las palabra de Cristo, el Buen Pastor, las que "fortalecen nuestra fe y nos hacen seguros de nuestra salvación" (FC DS, art. XI:12). Como él mismo les promete: "Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano" (Jn. 10:27-28).

EL OFICIO PASTORAL, DON DE CRISTO PARA LA IGLESIA

Cristo, nuestro Buen Pastor, hizo la obra de la Reforma de su iglesia, hace ya quinientos años. Y lo hizo por medio de un pastor y maestro llamado Martín Lutero. Gracias a esta obra de Dios, es que "nuestras iglesias están ahora iluminadas y provistas por la gracia de Dios con la Palabra pura y el recto uso de los sacramentos" (AE, prólogo, § 10).
En la vida de la iglesia, esto significa que "dondequiera existe la iglesia, allí también existe el derecho de administrar el evangelio. Por lo cual, es necesario para la iglesia retener el derecho de llamar, elegir y ordenar ministros [pastores]. Este derecho es un don divino dado exclusivamente a la iglesia, y ninguna autoridad humana puede quitárselo a la iglesia, como también san Pablo lo testifica a los efesios cuando dice: 'Cuando Él subió al cielo, dio dones a los hombres' (Ef. 4:8). Y enumera a pastores y maestros entre los dones que especialmente pertenecen a la iglesia, y añade que son dados para la obra del ministerio [de la Palabra] y para la edificación del cuerpo de Cristo (Ef. 4:11-12). Por ende, dondequiera que hay una verdadera iglesia, allí existe también necesariamente el derecho de elegir y ordenar ministros" (Tr., § 67, 68).
En la práctica, también esto significa que "las congregaciones cristianas han de cuidarse de no descartar el oficio espiritual (el oficio pastoral), ni permitir que sea usurpado por gente irresponsable o por tiranos eclesiásticos o mundanos, sino que siempre deben investir de ese oficio a hombres capaces, fieles y piadosos, hasta la segunda venida del Señor" (Mueller, Doctrina Cristiana, pp. 381-383). Por eso, como cristianos, como ovejas de Cristo, debemos: "a) esforzamos por ser y permanecer miembros [comprometidos, consagrados] de la iglesia cristiana; b) y por eso, adherirnos a la iglesia de la Palabra y confesión de la fe genuina; c) contribuir a su sostén y extensión según nuestros medios; d) evitar todas las iglesias falsas (sectas)" (Catecismo Menor: Exposición Breve, preg. 193). Porque Jesús lo dice: "Yo soy el Buen Pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen". Conocer a Cristo implica, como cristianos, primero conocer la doctrina de Cristo, y en consecuencia, vivir como Cristo espera que vivamos, es decir, en comunidad, junto a otros cristianos, que tienen el mismo evangelio y los mismos sacramentos.

EL OFICIO PASTORAL, INSTITUIDO POR CRISTO PARA LA IGLESIA

Por esa razón es que Cristo, el Buen Pastor, instituye en la iglesia el Ministerio de la Palabra, para enseñar el verdadero evangelio y administrar los verdaderos sacramentos. Y "Cristo exige que los predicadores enseñen de tal modo que mediante la palabra de ellos Él mismo sea oído: 'El que a vosotros oye, a mí me oye; y el que a vosotros desecha, a mí me desecha; y el que me desecha a mí, desecha al que me envió' (Lc. 10:16). Por lo tanto, Cristo quiere que sea oída la voz de Él, la Palabra de Él, y no las tradiciones humanas. [...] El ministro no tiene, pues, ningún poder o jurisdicción alguna (iure divino) fuera de su llamado y oficio. Su autoridad se limita al Oficio de las Llaves (potestas clavium)" (Mueller, Doctrina Cristiana, p. 389). Es decir, pastorear la iglesia usando nada más que la Palabra de Dios, enseñándola en forma de Ley y de Evangelio, y administrando el Bautismo y la Cena del Señor tal como Jesús mismo los instituyó. Como bien señala san Pablo, con respecto a él mismo y a los pastores que vendrán después de los apóstoles: "Téngannos los hombres por servidores de Cristo, y administradores de los misterios de Dios" (1 Co. 4:1). Esta es la mejor definición de pastor cristiano que hay en la Biblia.
Por tal motivo, no debemos despreciar el oficio de pastor cristiano, sino tenerlo en alta estima, en especial entre los jóvenes, a los cuales Cristo llama a ser pastores y maestros de su iglesia. "Lutero dice: 'El oficio de predicar el Evangelio es por cierto el mayor de todos; pues es el verdadero oficio apostólico, que sirve de fundamento a todos los demás [en la iglesia], para que sobre él se edifiquen todos los otros, como por ejemplo, el oficio de maestros'... [Son los pastores los] que han de cuidar de todos los demás oficios a fin de que [por ejemplo] los maestros se ocupen en lo que enseñan y no sean negligentes y que los diáconos [miembros de Comisión Directiva] puedan manejar los dones y no sean indolentes [insensibles, flojos]" (Mueller, Doctrina Cristiana, p. 390).
Por esa razón, "el oficio del ministro [o pastor] cristiano ha sido instituido y ordenado por Dios. [En la iglesia del Nuevo Testamento] se pusieron ancianos, u obispos [o pastores], a cargo de las diferentes iglesias, porque Dios había ordenado que se constituyeran estos ministros o pastores para: a) mirar por todo el rebaño y apacentar la Iglesia del Señor (Hch. 20:28-31); b) gobernar bien y trabajar en predicar y enseñar (1 Ti. 5:17); c) trabajar entre los hermanos, presidir sobre ellos en el Señor y amonestarlos (1 Ts. 5:12-13); d) velar por sus almas, como los que han de dar cuenta a Dios (Heb. 13:17). Por consiguiente, no es asunto de opción para los cristianos organizar iglesias locales y establecer el oficio ministerial [o pastoral], sino que es un deber hacerlo, porque Cristo lo ha mandado y ordenado así" (Mueller, Doctrina Cristiana, pp. 381-382).

EL OFICIO PASTORAL EN LA IGLESIA DEL NUEVO TESTAMENTO

El ejemplo de la Iglesia del Nuevo Testamento sirve como ilustración de lo que venimos diciendo. "San Pablo, después de haber establecido iglesias cristianas en la isla de Creta, mandó que Tito ordenara ancianos, llamados obispos, en cada ciudad, esto es, en toda ciudad donde existían iglesias locales: '5 Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses lo deficiente, y establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé... 7 Porque es necesario que el obispo sea irreprensible, como administrador de Dios; no soberbio, no iracundo, no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, 8 sino hospedador, amante de lo bueno, sobrio, justo, santo, dueño de sí mismo, 9 retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen' (Tito 1:5, 7-9). Y en otra ocasión, Pablo y Bernabé, después de haber establecido iglesias locales en Asia Menor en su primer viaje misionero, al regresar 'constituyeron ancianos en cada iglesia y habiendo orado con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído' (Hch. 14:23). A los ancianos [o pastores] así ordenados se les mandó expresamente cuidar de la iglesia de Dios (1 Ti. 3:5); mirar por ellos mismos y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo los había puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre (Hch. 20:28); velar... y amonestar de día y noche a cada uno (Hch. 20:31); 'no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey' (1 Pe. 5:3). En resumen, debían servir en sus congregaciones como pastores llamados por Dios. Por consiguiente, afirmamos correctamente que el oficio del ministerio cristiano existe por ordenanza o mandato divino. [...] Así que siempre ha de regir la siguiente regla divina: Dondequiera que se encuentren verdaderos creyentes, allí estos deben formar y sostener congregaciones locales; al mismo tiempo, en cumplimiento a la voluntad divina, estas congregaciones deben llamar pastores o ministros, para que en nombre de la congregación prediquen el Evangelio y administren los Sacramentos, es decir, para que en nombre de la congregación ejerzan el Oficio de las Llaves. Es claro que el oficio del ministro [pastor] cristiano no está en oposición al sacerdocio espiritual de todos los creyentes, pues éstos, como sacerdotes espirituales, [también] tienen el deber de promulgar el Evangelio por todo el mundo (1 Pe. 2:9)" (Mueller, Doctrina Cristiana, pp. 379-380).

¿HASTA DÓNDE DEBE OBEDECER LA IGLESIA A SUS PASTORES?

"Puesto que el oficio pastoral es el ministerio de la Palabra divina (ministerium Verbi et sacramentorum, potestas clavium), todos los creyentes tienen el deber de obedecer a sus pastores como a Dios mismo (Heb. 13:17; Lc.10:16). En tanto que los pastores permanezcan fieles ministros de la Palabra, su autoridad es tan indisputables como la de la Palabra divina. Pero tan pronto como se apartan de la Palabra y enseñan mandamientos de hombres, pierden toda su autoridad, y sus feligreses deben rehusar obedecerles por razones de conciencia (Mt. 23:8; Ro.16:17). [Además,] en lo que respecta a cosas indiferentes, es decir, cosas que la Palabra de Dios ni ordena ni prohíbe, no es el ministro quien debe pronunciar la palabra decisiva, sino toda la congregación por consentimiento unánime" (Mueller, Doctrina Cristiana, p. 389).

CONCLUSIÓN

Aunque merece ser tenido en alta estima en la iglesia, "el oficio pastoral no debe considerarse como cierta especie de medio de gracia, absolutamente necesario para la salvación del hombre, como si nadie pudiese llegar a la fe y recibir la remisión de los pecados sin atenerse al servicio de un pastor ordenado. Esta necesidad absoluta se aplica únicamente al uso de la Palabra de Dios, y en particular al del Evangelio de Cristo, sin el cual nadie se salva" (Mueller, Doctrina Cristiana, p. 383). Como él le promete a sus ovejas: "Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna" (Jn. 10:27-28). Amén.

Rev. Adrián Correnti.

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